“¿Garrote para todos?
Pena de muerte al Partido Verde” es el nombre de un grupo ciudadano creado en la red social Facebook y que hasta el 15 de junio tenía 7 mil 475 adherentes, una cifra casi equivalente a la que, por ejemplo, posee en esa misma red México Unido contra la Delincuencia, organismo que con dos grupos suma 7 mil 869 ciudadanos.
Algunas de las consignas contra dicho partido —“el negocio familiar más cínico de la historia de la política mexicana”—, suenan contundentes:
“Pervierten la causa ecologista, secuestran causas y banderas legítimas, reciben cientos de millones de pesos, un partido concebido desde su fundación como negocio, un lastre para la sociedad, la vergüenza de todos los partidos verdes del mundo…”
Contrarrestando la actual campaña mediática con la que los verdes promueven la pena de muerte, el creador del grupo (Jc Lelo de Larrea) fundamenta: “…genera falsas expectativas entre la gente desesperada; es siniestra, pues promueve el miedo y el odio; inmoral, porque aprovecha los ánimos crispados de una sociedad que está harta de la impunidad…”
Ya este humilde peatón —que en estos días aún duda entre votar por “el menos malo” o apoyar sin temores la creciente causa del voto… ya no blanco, sino bien pintarrajeado con crayola, para evitar tentaciones de fraude— no le resulta difícil coincidir con los argumentos que sustentan al grupo: el Partido Verde es, efectivamente, abominable (no por poca cosa, un cibernauta lo compara con “el vómito verde del exorcista”).
Eso sí, supone que el destacable grupo antiverde alcanzará muy pronto su límite natural, toda vez que parecen ser bastante más —quizá incuantificables— los ciudadanos que profesamos la creencia de que el Verde… no es el único partido abominable.
Baste ver lo que sucede con el sedicente partido “de izquierda” y/o amarillo, en la delegación Iztapalapa, donde un insólito pleito de familia pone en riesgo la gobernabilidad en el GDF.
Ahí, dos damas ciertamente no muy elegantes en su vestir y hablar, pero que al menos deberían dejarse ver como lo que son: hermanas de sangre, hoy quieren sacarse los ojos y libran una guerra en pos de escritorios, teléfonos, guaruras y, claro, de un presupuesto con el que podrían otorgarle servicios públicos —si “cochinitos” electorales se los permitieran— a un millón 900 mil de los habitantes menos favorecidos en ingreso de la urbe.
La verdad es que el ciudadano que a estas alturas del pleito político ya no necesita que la oposición le recuerde fracasos, corruptelas y promesas no cumplidas de “los otros partidos” —de tricolores a azules de dos tonos, o bien matices del naranja y el rojizo—, hoy parece estar preparando una singular sentencia: pena de muerte —garrote vil, si se pudiera— para todos: juntitos y sacados de la misma celda. Y en esas estamos los indecisos."
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